El volante, una pasión que no distingue edad

EL MARQUÉS, QUERÉTARO. – Al salir por la avenida de los Arcos, la ciudad de Querétaro queda atrás. Alrededor de la carretera que va serpenteando, comienzan a verse abundantes huizaches y garambullos. Enseguida, la civilización se asoma de manera majestuosa gracias a la cúpula de la iglesia de La Cañada, cabecera municipal de El Marqués. Pero la carretera sigue hasta llegar a Saldarriaga y localidades más allá.

Ese es el camino diario de Fernando Mandujano Morales, operador de la línea Transportes El Marqués, en la ruta El Colorado-La Cañada. De facilidad de palabra, platica durante todo el trayecto, lo que denota la pasión por su trabajo, tras reconocer que le gusta estar al volante y tratar con la gente, factores que se sobreponen al tráfico, el calor y las vueltas del día a día.

“Aquí empecé de ayudante. Venía los fines de semana a limpiar el camión, barrerlo, lavarlo, y a cambio de eso me invitaban a la ruta para conocerla, junto con los horarios y poblados que tienes que recorrer. Fueron seis meses, hasta que me dieron la oportunidad y tomé la responsabilidad de manejar un autobús”, recuerda.

Pero no es la primera vez que maneja un vehículo de grandes dimensiones. Proveniente de una familia de “camioneros” dedicados al transporte pesado, anduvo en la carretera alrededor de cuatro años. Aunque cree que su juventud -comenzó a conducir a los 20 años- no le permitió consolidarse en aquel sector, se dio el lujo de manejar los imponentes T680 y T2000 -en el que aprendió a conducir tractocamión- de Kenworth, así como el Columbia de Freightliner.

Fernando Mandujano trabaja para Transportes El Marqués desde hace casi tres años.

Hoy, con 30 años de edad, conduce un autobús Mercedes-Benz con carrocería Urbus de Beccar. Lo mantiene como nuevo -no ha querido quitarle el plástico protector al tablero- y disfruta manejarlo gracias a su visibilidad y maniobrabilidad en calles estrechas como las de La Cañada, con respecto a otros modelos de motor delantero que también ha conducido.

“La verdad es muy cómodo para manejar, además trae un buen rendimiento en cuestión de combustible. La suspensión es rígida, pero los asientos son de tela y traen esponja, son más confortables para los usuarios”, explica el conductor, que se turna el autobús cada cuatro días con un compañero, lo que le permite descansar otros cuatro días.

De vuelta a Querétaro, el acueducto desemboca en la avenida Ignacio Zaragoza, donde Fernando dobla a la izquierda al llegar a la Alameda. Ahí los pasajeros que van a El Lobo, Ticomán, La Cruz, El Colorado, Agua Azul o Los Héroes comienzan a concentrarse, ya saben que ahí es la parada.

“Llevamos horarios. Vamos a siete minutos todos. Muchas personas llegan y se acoplan a trabajar, pero otras no. Aquí el único chiste es que respetes el horario, vayas tranquilo y no te corretees con la competencia. No falta el que va ‘picándote la cresta’, pero ellos van a 15 o 20 minutos y si no va un compañero adelante, va otro atrás, no hay necesidad aquí de correr”, concluye el operador. (Rafael Cervantes Flores)

Fernando mantiene su autobús en excelentes condiciones para beneficio de sus pasajeros.

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