Por la 57 un autobús de doble piso se abre paso. Luce imponente por sus dimensiones y elegante bajo la cromática de Enlaces Terrestres Nacionales (ETN), línea reconocida por ser la de mayor lujo en el país. Al mando va Gerardo Reyes Ortiz, quien ya lleva dos años como operador dentro de esta empresa de Grupo IAMSA, aunque suma 21 años de experiencia al volante de vehículos de pasaje.
Cortés e impecablemente vestido, con una camisa blanca y corbata azul marino con el logo de ETN bordado en dorado, desde la cabina de un MAN-Marcopolo MP 180 MX recuerda sus inicios como conductor. Originario de la ciudad de Querétaro, se mudó a Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México, donde a los 16 dejó la secundaria porque le gustaba mucho manejar.
“Empecé en el servicio urbano. Estuve ahí más o menos siete años. Empecé primero limpiando los micros, después de cobrador y me gustó. Entonces dejé la escuela, me gustó el volante y ahí empezó mi carrera”, recuerda, con las manos firmes en el volante, sin despegar la mirada del camino.
Sin embargo, también recuerda que la forma de trabajar no tenía nada que ver con lo que ahora hace. “Allá tenías que cobrar, darte cerrones, ganarle el pasaje al otro compañero. Ahora lo veo y pienso que son un terror, pero eso yo lo hacía hace muchos años para sobrevivir, sacar la cuenta y pagar la gasolina. Nada qué ver con el profesionalismo que hoy tengo”, juzga.

De ahí dio el salto al transporte turístico, donde Gerardo empezó como autobusero. Adquirió muchos conocimientos porque se quedó tirado en la carretera, conoció rutas, aprendió a meterle mano a las unidades, cambiar llantas, distinguir todos los fluidos y leer los manómetros en modelos como los Avante y Dorado de DINA, los Vissta Buss de Busscar y los Paradiso de Marcopolo.
ETN, sueño cumplido
Con todo ese conocimiento fue que llegó a ADO. Con base en la terminal TAPO, sus rutas eran hacia el sureste, principalmente Veracruz y Tapachula. De ahí brincó a ADO GL, su servicio ejecutivo, sin embargo, siempre quiso trabajar en ETN. “Hay muchas líneas, pero no me interesaban. Yo me admiraba cuando llegaba a la Central del Norte a dejar pasaje de ADO y veía sus autobuses de dos pisos, bien padres, y me preguntaba si algún día podría manejar uno de esos”, platica con emoción.
El sueño se le cumplió. Y acepta que los autobuses que ha manejado “no se comparan con los de aquí. Estos son de lujo, la verdad. Para mí ha sido como un avión”, señala de manera jocosa. Los portables MAN con los que ETN ha renovado su flota le resultan muy cómodos para conducir, seguros para curvear, con buena estabilidad, mientras que el sistema de frenado es algo que le impacta, por encima de otras marcas que ha utilizado.
“Nosotros como conductores tomamos cursos, estudiamos manuales, nos actualizamos. A mí en lo personal me gusta, si ya salió un autobús nuevo me interesa saber cuántos litros de aceite lleva, el manejo, la transmisión y el motor que trae, qué carrocería, su plataforma y estabilidad, para que cuando me pregunten, por lo menos sé lo que traigo”, comenta mientras deja escapar una risa.

Responsabilidad al volante
La demanda de este trabajo hace que Gerardo se ausente casi todo un mes de casa; apenas regresa tres o cuatro días para estar con su familia. Sin embargo, el hecho de tener su base en la Ciudad de México y que casi todas la rutas de ETN checan en Querétaro, le permite, en estancias de media o una hora, ver a su esposa y sus hijos o comer con ellos. “Me extrañan pero están contentos. Mientras a mí me vaya bien, ellos van a estar bien”, señala.
Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad. Son muchas vidas las que trae a bordo, por lo que Reyes Ortiz se prepara mentalmente para cada viaje; hay que tomar en cuenta el tráfico, la noche, el clima, las condiciones adversas de la carretera. Bien comido y bien descansado, a lo largo del camino no puede faltar el agua, el café, unos chicles y la música.
Regularmente va solo. Si trae a algún compañero, éste le acompañará un ratito, en lo que comen algo ligero y platican un poco. Después dirá “ahí te dejo, buen camino” e irá a dormir. Entonces Gerardo pone música, unas cumbias, salsa o rock, se concentra en su manejo y adelante, mientras disfruta el paisaje, con toda la precaución del mundo.
En estos 21 años, el conductor admite que ha visto miles de accidentes, todos los días. A él, afortunadamente, sólo le han tocado “laminazos”. Pero, a lo largo de su carrera ha recibido reconocimientos por cero accidentes, rendimiento de diesel y cursos de manejo defensivo, además de asumirse como un coleccionista de fotos de autobuses.

Finalmente, su mayor satisfacción como operador es que los pasajeros desciendan del bus con una sonrisa. Un “Gracias” o un “Que Dios lo bendiga” es la mejor paga que se lleva. “Mi trabajo me encanta. El reto día a día es ser el mejor. Uno no está exento de ningún accidente, por eso hay que estar al 100 % en todo lo que pasa en el camino”, concluye, concentrado en el manejo defensivo, sin perder de vista el horizonte y sus retrovisores. (Rafael Cervantes Flores)